Hoy vi la película "Intouchables" cuyo tema recrea una historia real en la que un hombre adinerado quien sufrió un accidente y queda tetrapléjico es asistido por un hombre que le devuelve el deseo de vivir.
Yo trabajaba en una Institución dedicada a la rehabilitación de personas con discapacidad por Parálisis Cerebral y pocas veces recibíamos personas con otro tipo de discapacidad.
Una vez atendí una consulta telefónica en la que me refirieron la situación en la que se encontraba un joven que había sufrido un trauma cráneo encefálico, después de caer de una moto. La familia solicitaba que fuera recibido interno, porque él vivía en otra ciudad y requería un tratamiento intensivo con un cuidado especializado. Yo aprobé su ingreso.
Cuando llenaba su ficha de anamnesis, que es la que registra la historia de vida y temas de salud de la Persona a tratar, la mamá me relataba el accidente y aseguraba que él tenía una buena capacidad de comprensión y se comunicaba estirando el dedo índice para decir --si-- y movía el puño cerrado hacia los lados para decir --no--. Mientras hablábamos él solo miraba hacia el techo totalmente inexpresivo y me costaba creer lo que ella decía, pero al finalizar los dejé solos en otro salón y pude ver cuando la mamá se despedía y él bajó su cabeza y la miró fijamente a los ojos y utilizó su mano para comunicarse con ella. Así que ya tenía la certeza de su capacidad.
Luego de un mes, él seguía mirando al techo sin ninguna expresión y yo insistía por una respuesta. Él perdió la paciencia y me dio un puño en la cara. Eso fue realmente molesto. Me paré frente a él y le dije que no me había gustado lo que hizo y que su condición no le confería ningún privilegio y menos para agredir. Bromeando le mostré mi muñeca y le dije fíjate que es muy desarrollada, así que nos vemos afuera y nos damos puños.
Yo fui la única persona en la Institución con quien él quiso comunicarse. Me vi obligada a preguntar sin posibilitar alternativas, sino buscando precisión en las respuestas. Cuando ya habíamos charlado sobre muchos temas, yo le comenté a la mamá lo que él me respondía y ella se impresionó mucho porque correspondían a las vivencias y los conceptos del joven.
Era Médico Veterinario, así que yo lo llevaba a un Centro Hípico y desde la carretera observábamos los caballos trotar y esos momentos le resultaban muy felices. Otras veces lo llevaba a cine, lo alzaba yo sola para bajarlo y subirlo al carro. lo que era muy difícil porque Rafa medía 1:85mt. y yo 1:60mt., tomábamos el ascensor, en la sala de cine nos abrían una puerta especial y en primera fila veíamos la película. Otras veces lo llevaba a mi casa y buscaba muchas maneras de hacerlo sentir contento. Le ponía sus ortesis largas, que le daban estructura a las caderas y las piernas, el cuello ortopédico para que pudiera sostener su cabeza, le hacía los balanceos necesarios para poderlo equilibrar y ponía música salsa para bailar, que era emblemática en su ciudad... él gozaba, aunque nos movíamos como robots. Lo llevaba a mi oficina en la tarde, ponía música, le tomaba su mano mientras yo escribía.
Fueron unos años muy difíciles para él. Cuando murió sentí mucha tristeza, pero entendí que se había liberado por fin de esas ataduras. Lo amé mucho y se que él a mi, en medio de la mejor amistad. Su familia me entregó las fotos, el reloj de pulso que él había comprado para medir las contracciones a las vacas en los partos y su sombrero en el trabajo rural.
Me dejó belleza en el corazón. Cuando uno levanta la luz para alumbrar el camino de otro, ilumina el propio, y con Rafa mi camino se hizo bello.
Me prometió pedir a Dios que le permita recibirme cuando yo muera y nos encontremos en el precioso cielo que Jesús nos ha de llevar. Darle vida a alguien es una experiencia hermosa.
María Cecilia Murcia Segura
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