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martes, 4 de abril de 2023

AMOR, AMOR - Gabriela Mistral

 Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,

late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:
¡lo tendrás que escuchar!

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,
ruegos tímidos, imperativos de amar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.
Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale decirle que albergarlo rehúsas:
¡lo tendrás que hospedar!

Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!

Te echa venda de lino; tú la venda toleras;
te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras
¡que eso para en morir!

EL AMOR QUE CALLA - Gabriela Mistral

 Si yo te odiara, mi odio te daría

en las palabras, rotundo y seguro;

¡pero te amo y mi amor no se confía

a este hablar de los hombres tan oscuro!


Tú lo quisieras vuelto un alarido,

y viene de tan hondo que ha deshecho

su quemante raudal, desfallecido,

antes de la garganta, antes del pecho.


Estoy lo mismo que estanque colmado

y te parezco un surtidor inerte

¡Todo por mi callar atribulado

que es más atroz que entrar en la muerte!

SOLO PARA MI, PENSANDO AQUÍ Y ALLÁ

La utopía y el amor romántico en algún momento eran hermanos, casi uno solo. El sueño mágico quiso que el amor tomara otro rumbo, pero nunca dejó su impronta, porque es irrealizable. Habla tanto de si mismo cuando conoce a quien le impacta y le interesa y después se cierra en su propia oscuridad, perdiendo su belleza.

Han pasado muchos años, página tras página y aún es impostor o fugitivo. No lo se. Pero no lo conozco y ya ni le sueño, ni le deseo, lo evado y a la vez en una gran contradicción, le extraño.

Por el amor hay que pagar un precio, la independencia. Es como sujetar el ser a lo que la persona amada valida, acepta y desea. Pocas veces vive en la libertad. Pocas veces brilla con su propia luz, pues es más usual que el afán de controlar y sujetar el amor, se corten las alas y se deje de volar. El amor romántico es exigente, algo tirano, algo egoísta. 

Decidir compartir la vida, nuestros sentimientos, nuestra honestidad y libertad, con nuestro ser amado, es un acto de confianza que a menudo se ve defraudado. Quizá porque se piensa que hay que extenderlo en el tiempo, sin considerar que somos seres humanos en cambio constante, que lo que sucede de manera personal va modificando el pensamiento, el carácter, el temperamento, los objetivos, las metas, todo, absolutamente todo.

Si quizá se sintiera verdadera dicha por ver a la persona amada, realizarse, crecer, florecer, respetando su individualidad, sin querer controlar dejaría de ser utópico el amor romántico. Claro, existiría un compromiso que proclama la entrega de si mismo a otro, pero supuestamente voluntario y este, es justamente, el que se rompe.

Así que ya me di la respuesta. Si en tantos años no lo encontré, ya no es hora para que aparezca.

Amo mi individualidad y no me encuentro dispuesta a pagar el precio, he dicho y lo digo para mi.

Iris - Biagio Antonacci