Nos presentaron e intercambiamos solo nombres, pues llegó una tercera persona. Carlos se interesó en saber más de mí y desde donde estaba me hacía preguntas, pero una conversación así resultaba incómoda y decidí ir a su lado. Cuando me estaba sentando me di cuenta que el había plegado el bastón de uso para invidentes.
Como la reunión tardó en comenzar conversamos con mucho interés en un conocimiento reflexivo, ajustando la teoría del conocimiento expresada por un gran amigo, y nos permitimos transitar por la intimidad de los sentimientos, específicamente de los suyos en relación con su discapacidad.
Carlos perdió la visión por una lesión en el nervio óptico cerca de los 20 años de edad, pero eso no fue impedimento para que se recibiera como abogado, aportando su conocimiento en Legislación para la Discapacidad, en la estructuración de Planes de Gobierno y en la Docencia.
Fueron instantes muy bellos donde solo intermediaban las palabras, desde el cumplimiento de su petición por una descripción del salón en el que nos encontrábamos, hasta una comunicación de corazón abierto que hizo una charla poco común.
Lo que quiero resaltar, es la capacidad que este maravilloso hombre ciego, “tiene para ver” y entender lo que hay en un corazón. Su ventaja es poder desligarse de la superficialidad en la que nos puede arrojar nuestro concepto visual.
Todo mi cariño para este hombre especial, Carlos Parra. Que Dios le bendiga por toda esa fuerza interior que ha desarrollado. ¡¡¡Lindo Ejemplo!!!
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