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domingo, 21 de mayo de 2023

GITANJALI (fragmento 71 a 80) Rabindranath Tagore

 71

Tu maya es que yo sea cuanto pueda ser, que eche, en mil vueltas, mil sombras de colores sobre tu resplandor.
Pones una valla a tu propio ser, y luego llamas, con voces infinitas, a tu ser separado. Y esta parte de ti mismo
es la que ha encarnado en mí.
Tu canción penetrante va resonando por todo el cielo en lágrimas multicolores y en sonrisas, en sustos y esperanzas.
Se levantan olas y vuelven a hundirse, se quiebran los sueños y se completan. Yo soy la propia derrota de tu ser.
La cortina que tú has echado, está pintada con figuras innumerables, por el pincel del día y de la noche. Tras ella
tienes tu asiento, tejido en un maravilloso misterio de curvas, sin una sola estéril línea recta.
La gran comitiva de nosotros dos llena el cielo. Todo el aire está vibrando con nuestra melodía, y las edades pasan
todas en este jugar al escondite, de nosotros dos.


72
Es él, mi más íntimo él, quien despierta mi vida con sus profundas llamadas secretas.
El, quien pone este encanto en mis ojos; quien pulsa, alegremente, las cuerdas de mi corazón en su múltiple armonía
de placer y de pesar.
El, quien teje la tela de esta maya con matices tornasoles de oro y plata, azul y verde; quien asoma por sus pliegues los pies,
cuyo contacto me enajena.
Los días pasan, mueren los años, y él sigue moviendo mi corazón con mil nombres, con mil disfraces,
en innumerables transportes de placer y de pesar.


73
La libertad no está para mí en la renunciación. Yo siento su brazo en infinitos lazos deleitables.
Siempre estás tú escanciándome, llenándome este vaso de barro, hasta arriba, con el fresco brebaje
de tu vino multicolor, de mil aromas.
Mi mundo encenderá sus cien distintas lámparas en tu fuego, y las pondrá ante el altar de tu templo.
No, nunca cerraré las puertas de mis sentidos. Los deleites de mi vista, de mi oído y de mi tacto, soportarán tu deleite.
Todas mis ilusiones arderán en fiesta de alegría, y todos mis deseos madurarán en frutos de amor.


74
Ha muerto el día, y la sombra anega la tierra. Voy al río, que ya es la hora, a llenar mi jarra.
El aire oscuro está afanoso con la música triste del agua, que me está diciendo que vaya, en el crepúsculo.
Nadie pasa por el callejón solitario. Se levanta el viento, y las olas tiemblan y se encabritan en el río.
No sé si volveré. No sé con quién me voy a encontrar. En el vado, el hombre desconocido toca, en su barquilla, su laúd.


75
Los regalos que nos das colman nuestras necesidades, y, sin embargo, vuelven a ti sin perder nada.
El río cumple su trabajo cotidiano, corriendo entre campos y aldeas; peor su corriente incesante serpentea
hacia ti para lavarte los pies.
La flor endulza el aire con su aroma; pero su último servicio es ofrecerse a ti.
Tu culto no empobrece en nada al mundo.
Las palabras del poeta dan a cada hombre el sentido que ellos quieren; pero su sentido definitivo va hacia ti.


76
Día tras día, Señor de mi vida, ¿te podré yo mirar frente a frente? Juntas mis manos, ¿te miraré frente a frente,
Señor de todos los mundos?
Bajo tu cielo inmenso, en silencio y soledad, con humilde corazón, ¿te miraré frente a frente?
En este trabajoso mundo tuyo, hirviente de luchas y fatigas, entre las presurosas muchedumbres, ¿te miraré frente a frente?
Cuando mi obra haya sido cumplida en este mundo, Rey de reyes, solo ya y silencioso, ¿te miraré frente a frente?


77
Te reconozco como mi Dios, y me estoy aparte. No te reconozco como mío, y me acerco a ti. Te miro como padre,
y me inclino ante tus pies. No tomo tu mano como la de un amigo.
Yo no estoy allí donde tú desciendes y te llamas mío; no voy a abrazarte contra mi corazón, a tratarte como compañero.
Eres mi Hermano entre mis hermanos; pero a ellos no les atiendo, ni divido con ellos mi ganancia, sino que comparto mi todo contigo.
Ni en el placer ni en el dolor estoy con los hombres, sino contigo sólo. Soy tímido para dar mi vida, y así no me echo
en las grandes aguas de la vida.


78
Cuando la creación era nueva, y todas las estrellas brillaban en su esplendor primero, los dioses celebraron asamblea en el cielo,
y cantaron: "¡Alegría pura, imagen de la perfección!".
Pero uno gritó de pronto: "Parece que la cadena de luz tiene en alguna parte una sombra, que se ha perdido una estrella".
Estalló la cuerda de oro de sus arpas, y, dejando la canción, clamaron todos desolados: "¡Sí; y la estrella perdida es la mejor,
la gloria de los cielos!".
Desde entonces, la buscan sin parar, gritando que el mundo ha perdido con ella su única alegría.
Y en el profundo silencio de la noche, las estrellas se suspiran sonriendo;
"¡Qué vana búsqueda! ¡La perfección inquebrantable está en todo!".


79
Si no es para mí encontrarte en esta vida, sienta yo siempre, al menos, que me ha faltado el verte. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Mientras pasan mis días en el mercado bullicioso de este mundo, mientras se van llenando mis manos con la ganancia cotidiana, sienta yo siempre que no he ganado nada. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando me siento en el camino, rendido y anhelante, cuando me echo a dormir en el polvo, sienta yo siempre que aún tengo que hacer el largo viaje. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando está mi casa adornada, y suenan las flautas y los risotones, sienta yo siempre que no te he invitado a ti.
No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.


80
Soy como un jirón de una nube de otoño, que vaga inútilmente por el cielo. ¡Sol mío, glorioso eternamente;
aún tu rayo no me ha evaporado, aún no me has hecho uno con tu luz! Y paso mis meses y mis años alejado de ti.
Si éste es tu deseo y tu diversión, ten mi vanidad veleidosa, píntala de colores, dórala de oro,
échala sobre el caprichoso viento, tiéndela en cambiadas maravillas.
Y cuando te guste dejar tu juego, con la noche, me derretiré, me desvaneceré en la oscuridad; o quizás,
en una sonrisa de la mañana blanca, en una frescura de pureza transparente.

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