91
¡Muerte, último cumplimiento de la vida, Muerte mía, ven, y háblame bajo!
Día tras día, he velado esperándote, y por ti he sufrido la alegría y el martirio de la vida.
Cuanto soy, tengo y espero, cuanto amo, ha corrido siempre hacia ti, en un profundo misterio. Mírame una vez más, y mi vida será tuya para siempre.
Las flores están ya enlazadas, y lista la guirnalda para el esposo. Será la boda y dejará la novia su casa, y, sola en la noche solitaria, encontrará a su Señor.
92
Sé que vendrá un día en que no veré más esta tierra. La vida se despedirá de mí en silencio, y me echará la última cortina
sobre los ojos.
Pero las estrellas velarán por la noche, y se alzará la mañana como antes, y las horas se henchirán, como las olas de la mar, levantando dolores y placeres.
Cuando pienso en este último momento, se cae al valle de los instantes, y veo, a la luz de la muerte, tu mundo, con sus tesoros indolentes. Inapreciable es el más pobre de sus asientos, inapreciable la más pequeña de sus vidas.
¡Váyanse enhorabuena las cosas que anhelé en vano, las cosas que fueron mías; y que sólo posea yo de veras lo que nunca quisieron ver mis ojos, lo que siempre desprecié!
93
Me han llamado. ¡Decidme adiós, hermanos míos! ¡Adiós, me voy!
Aquí os dejo la llave de mi puerta; renuncio a todo derecho sobre mi casa. Sólo os pido buenas palabras de despedida.
Vivimos mucho tiempo juntos, y recibí más de lo que pude dar. Y ahora es de día, y la lámpara que iluminó mi rincón oscuro
se ha apagado. Me llaman, y estoy dispuesto para mi viaje.
94
Ya me voy. ¡Deseadme buena suerte, amigos míos! La aurora sonroja el cielo, y mi camino parece hermoso.
Me preguntáis qué me llevo. Mis manos vacías y mi corazón lleno de esperanza.
Me pondré sólo mi guirnalda nupcial, por que el vestido pardo del peregrino no es mío; y aunque el camino sea peligroso,
va sin temor mi pensamiento.
Cuando mi viaje llegue a su fin, saldrá la estrella de la tarde, y las melancólicas armonías del crepúsculo se abrirán
tras el pórtico del Rey.
95
Pasé, sin darme cuenta, el umbral de esta vida.
¿Qué poder fue el que me hizo abrir en este inmenso misterio, como un capullo, a medianoche, en el bosque?
Cuando, a la mañana, vi la luz, sentí al punto que yo no era un extraño en este mundo, que lo desconocido sin nombre
ni forma me había tenido en brazos, en la forma de mi madre.
De igual manera, al salir a la muerte, esto mismo desconocido me parecerá familiar. Y como amo tanto esta vida,
sé que amaré lo mismo la muerte.
El niño, cuando su madre le quita el seno derecho, se echa a llorar; pero al punto encuentra en el izquierdo su consuelo.
96
Cuando me vaya, sea ésta mi palabra última: que lo que he visto no puede ser mejor.
Gusté la miel oculta de este loto que se abre en el océano de la luz, y así fui bendito. Sea esta mi última palabra.
He jugado en esta casa de juguetes de formas infinitas; y vislumbré, jugando, a aquel que no tiene forma.
Mi cuerpo entero ha vibrado al contacto de aquel que es intangible. Si aquí debe ser el fin, sea. Esta es mi última palabra.
97
Cuando yo jugaba contigo, nunca te pregunté quién eras. Yo no conocía timidez ni miedo. Mi vida era vehemente.
Al amanecer, me llamabas tú de mi sueño, como un hermano, y me llevabas corriendo de selva en selva.
Nada me importaba, entonces, el sentido de las canciones que me cantabas. Mi voz sólo recogía la tonada, y a su compás
bailabas mi corazón.
Hoy, que ya no es tiempo de jugar, ¿qué repentina visión es ésta que se me aparece? El mundo está mirándote a los pies, sobrecogido, temblando con todas sus estrellas silenciosas.
98
Te adornaré con los trofeos y las guirnaldas de mi derrota. No es mío el escapar vencedor.
Sé bien que se estrellará mi orgullo, que mi vida romperá sus cadenas, de tanto dolor, que mi corazón vacío sollozará fuera, melodioso como una caña hueca, que la piedra se derretirá en lágrimas.
Sé bien que no quedarán siempre cerradas las cien hojas de un loto, que será descubierto el secreto escondite de su miel.
Desde el cielo azul, un ojo me verá y me llamará en silencio. Nada quedará de mí, nada, y recibiré a tus pies la muerte completa.
99
Cuando yo tenga que dejar el timón, sabré que habrá llegado la hora de que lo tomes tú.
Lo que haya que hacer será hecho al punto. ¿A qué esta lucha?
¡Pues quita ya las manos, corazón mío, y acepta calladamente tu derrota; considera qué suerte la tuya de quedarte tan bien,
donde estás tan tranquilo!
Por encender mis lámparas, que apaga cada vientito, me olvido, una vez y otra, de todo lo demás.
Pero ya voy a hacer lo que debo, y esperaré a oscuras, en mi estera tendida en el suelo; y cuando tú quieras, Señor,
ven callado, y siéntate conmigo.
100
Desciendo a las profundidades del mar de las formas, en busca de la perla perfecta de lo que no la tiene.
No más este navegar, de puerto en puerto, con mi barco viejo de naufragios. Ya se fueron los días en que era mi gozo
ser juguete de las olas.
Y ahora tengo ansia de morir en lo inmortal.
Llevaré el arpa de mi vida al tribunal que está junto al abismo sin fin de donde sube la música no tocada.
Y acordaré mi música con la música de lo eterno, y cuando haya cantado su sollozo último, pondré mi arpa muda
a los pies de lo callado.
101
Toda mi vida te busqué con mis canciones. Ellas me llevaron de puerta en puerta, y con ellas tanteé a mi alrededor, buscando, buscando mi mundo.
Lo que he aprendido en mi vida, ellas me lo enseñaron; me abrieron sendas secretas, encendieron a mis ojos todas las estrellas
que hay sobre el horizonte de mi corazón.
Mis canciones me guiaron, cada día, a los misterios del placer y del dolor. Y ahora, ¿a qué portal de qué palacio me han traído,
en este anochecer en que acaba mi camino?
102
Me jacté ante los hombres de haberte conocido, y en todas mis obras ven tu retrato. Vienen y me preguntan: "¿Quién es?"
No sé qué responder, y digo: "La verdad es que no lo sé". Se burlan de mí y se van desdeñosos. Y tú sigues sentado allí, sonriendo.
He hablado de ti en canciones perdurables, cuyo secreto brota mi corazón. Vienen y me preguntan: "¿Qué quiere decir todo eso?" No sé qué responderles, y digo: "¡Ay, quién sabe lo que quiere decir!" Y se ríen de mí y se van despreciándome.
Y tú sigues sentado allí, sonriendo.
103
Permite, Dios mío, que mis sentidos se dilaten sin fin, en un saludo a ti, y toquen este mundo a tus pies.
Como una nube baja de julio, cargada de chubascos, permite que mi entendimiento se postre a tu puerta, en un saludo a ti.
Que todas mis canciones unan su acento diverso en una sola corriente, y se derramen en el mar del silencio, en un saludo a ti.
Como una bandada de cigüeñas que vuelan, día y noche, nostálgicas de sus nidos de la montaña, permite, Dios mío,
que toda mi vida emprenda su vuelo a su hogar eterno, en un saludo a ti.
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