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miércoles, 3 de octubre de 2012

UN ESPEJO SIN IMAGEN - María Cecilia Murcia


María está sentada sobre el tapete frente a la chimenea; observa detenidamente las lenguas de fuego que se entrelazan, los colores, el movimiento, el sonido de la leña al quemarse, todo confluye como una magia que acaricia los pensamientos. 

Nico, recoge unos troncos que lleva al fuego y los abanica para que se mantengan ardiendo, mientras cuenta uno de sus habituales chistes picanticos. María ríe y piensa, qué estará haciendo él en ese momento. 

Mira su reloj, son las diez de la noche del viernes. Jorge se cree Watusi el rey de la salsa, se ríe mientras la toma de su mano y le da sus famosos giros que más parecen una licuadora y sin dejarla tomar aire empieza a mover sus caderas vanidosamente … 

  ----son, son, rojitas son como el corazón rojitas son mis patillas y detrás viene un bocón que le grita amarillas,

canta y mientras baila intenta jugar con sus piernas y sus pies, se ríe, ya no coordina ni tiene la pericia para hacerlo pero recuerda que era muy divertido. 

Se entusiasma con el baile y quiere saber si por fin logra bailar samba, así que elije algo como de Carnaval y baila hasta quedar extenuada, claro, es algo que nunca haría ante nadie de solo pensar como se vería de grotesca al moverse. 

Interrumpe abruptamente y selecciona algo más acaramelado. Eliane Elias es una excelente opción, da play y se sienta de nuevo. Ese piano y esa voz son en extremo fascinantes para ella, canta 
Parece que dizes te amo, Maria/ Na fotografía/ Estamos felices/ Te ligo afobada/ E deixo confissões/ No gravador/ Vai ser engraçado/ Se tens um novo amor/Me vejo a teu lado Te amo?/Não lembro… 

Sus ojos se llenan de lágrimas, quién le podría decir te amo María???... quién desearía sus besos?, quién le llamaría a las seis y la recogería en su trabajo?, quién sentiría que sus sueños de amor estaban colmados en ella?...

Piensa en esa horrorosa ventana del pc ¡¡¡su salvación!!!, así que se apresura y abre su Tagged, pues ha puesto una foto fascinante y quiere comprobar qué sucede. 

Tiene 5 solicitudes de amistad, revisa las fotos de las 18 personas que la quieren conocer y luego abre su inbox. 

Que pereza, Roberto le escribe –sei la mia donna-- y agrega sus fantasías sexuales que tanto odia, lo borra y continúa, Gilberto M de nuevo con su disertación que cree sabia sobre –as mulheres--, la minha bonequinha de Armando,  Orlando con su --amiguis-- que detesta pues parece un tanto maricón al escribirlo, Stefan Repede que le dice –I love you María—y lo mismo hace con todas las Marías de la red. Piensa que no hay nada que le motive hace click sobre cerrar pero alcanza a ver que tiene un mensaje.

Abre nuevamente y se emociona al ver que César le escribió. Es muy atractivo, sus ojos son muy expresivos, además es muy gentil al escribirle en español. Sus palabras son fascinantes y los dos juegan como pintando parajes y situaciones divertidas que solo suceden en la imaginación. Pero esta vez le pregunta qué le sucede porque la ha notado diferente. María decide contarle, pues como César está tan lejos, no tiene nada que perder. Él le pregunta en qué parte de la ciudad vive y luego le dice que la invita a tomar un vino. María piensa que esto es una confusión, ¿acaso no estaba en Napoli? 

Era como si estuviera parada en medio de un trancón y todos los carros pitaran al tiempo. Quería verlo y no verlo, que contradicción. Inventa toda clase de disculpas. Piensa que no tiene ropa muy femenina para ese encuentro, que no puede cubrir las manchas de su cara y que tendría que pasar mucho tiempo hasta que perdiera 40 kg de sobrepeso y que finalmente no es tan interesante y que aunque las cartas fueron geniales, realmente era incapaz de impactarlo con su conversación.  

Está por responderle sintiendo que algo se rompió, quizás fue la cercanía a su corazón abierto o tan solo porque dejó de ser el juego del imaginario y tendría que ser real? 

En medio de una gran contradicción se niega al encuentro, se desconecta y se va a dormir con ese sabor a soledad. Cierra sus ojos pero se siente perseguida. Había permanecido en la zona de seguridad. 

No sabía quién era  y no lo entendía. Los afanes de su vida empezaron a los 17, pero mientras todo corría ella se quedó intacta sin resolver sus propios sueños y tampoco sintió que hubiera desarrollado su personalidad.  Fue como una revelación. En realidad, no quería conocer a nadie. 

Retumban las palabras de su hijo –Mami, no es que ningún hombre se interese en ti, es que tú, los sacas a todos corriendo--. 

Toda esa mentira de quién le podría amar se cayó. Ahora estaba fuera de si, mirándose a sus ojos y preguntando por su verdad. Soledad? 

Siempre quería patear al culpable de su soledad, pero esta vez María comprendió que era su peor enemiga y que si a alguien debía patear era a ella misma que se negaba a vivir.

César le había dejado su número de celular, así que le llamó al día siguiente y acordaron reunirse en la noche. Él era mucho mejor de lo que imaginaba y su entusiasmo lo hizo pavonearse desplegando la totalidad de sus plumas. La conversación fue deliciosa, el vino blanco exquisito, tocó espontanea pero de manera deliciosa el piano y luego el cello, bailaron, escucharon un CD con sus poesías declamadas con una música exquisita, le autografío su libro y para redondear la velada sacó sus LP de jazz clásico. 

María sentía cuánto fascinaba a César con su presencia y línea a línea, entendió, que su miedo real era a sí misma y prefería esconderse en una soledad protegida. 

Siempre quería patear al culpable de su soledad, pero esta vez María comprendió que era su peor enemiga y que si a alguien debía patear era a ella misma que se negaba a vivir. 

Estaba todo ahí, listo para tocar una sinfonía… no era el miedo a la soledad, era el miedo a si misma, a saber de qué está hecha, a enfrentarse a su verdad.

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