Estoy aquí frente a tu puerta, sentada en el escalón, esperando a que salgas a ver la luna y como cuando eramos niños e ibamos a la casa de una amiga o un amigo del vecindario, y esperábamos a que saliera para ir a jugar, te pregunto ¿Vienes conmigo? Necesito decirte que te extraño y es sorprendente que el tiempo no medie en lo que siento. Es la expresión sin maquillaje y sin otra pretensión que la de mostrar su color.
Estoy coleccionando lunas y cada una lleva un secreto, la canasta en que las guardo brilla por que he recogido su fulgor como si fueran una sucesión de estrellas.
Claro que mis lunas no pueden ser bonitas, sin saber que guardaste solesitos en tu corazón y te hicieron sonreir espléndidamente.
Cuando era niña me gustaba jugar bajo los árboles, me recostaba en el pasto, miraba hacia el cielo todas esas hojas cómplices que parecían rayar las nubes y sabes? me inventaba historias y soñaba construyendo situaciones de mi agrado.
Ahora necesito los árboles y sacarte de allí, de mis sueños. Tu podrías cerrar los ojos y tan solo descansar, hasta dormir. Yo llevaría mi libreta y trataría de arrancar pedazos de tu vida con mi lápiz de grafito y expresarla en trazos sensibles, mientras tu mente divaga. Una vez el último trazo me lo pida, me levanto, me acerco a ti, te observo atemorizándote y me lleno de tu serenidad mágica, recojo la rosa en el jarrón, le doy un beso y la dejo junto a tu almohada....
La luna viene de vuelta y me necesita.... te dejo mi cariño como un viento cálido sobre tu frente
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