Y es pérfido aquel amante vulgar que se enamora más del
cuerpo que del alma, pues ni siquiera es estable, al no estar enamorado tampoco
de una cosa estable, ya que tan pronto se marchita la flor del cuerpo del que
estaba enamorado, ‘desaparece volando’, tras violar muchas palabras y promesas.
En cambio el que está enamorado de un carácter que es bueno permanece firme a
lo largo de toda su vida, al estar íntimamente unido a algo estable.
Precisamente a éstos quiere nuestra costumbre someter a
prueba bien y convincentemente, para así complacer a los unos y evitar a los
otros.
Queda, pues, una sola vía, según nuestra costumbre, si
el amado tiene la intención de complacer bellamente al amante. Nuestra norma
es, efectivamente, que de la misma manera que, en el caso de los amantes, era
posible ser esclavo del amado voluntariamente en cualquier clase de esclavitud,
sin que constituyera adulación ni cosa criticable, así también queda otra única
esclavitud voluntaria, no vituperable: la que se refiere a la virtud.
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