Hay un Dios
demasiado
inmenso para el pequeño
pie del hombre
El alma no se
altera olfativa
acequia va
pasando de la
claridad
a la piel de la piel a
esa sangre tuya tan
distinta a
la del infalible
que grita y gritando
socava el abrazo
de la redonda
mano fresca.
Trono el tuyo que
únicamente tú
conoces
aguardando la circulación
variada andante de los tiempos
y su continuo nado inalcanzable.
Fragmentos
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